domingo, 27 de septiembre de 2009

De Saturno y Otros Discursos Económicos

NOTA DEL ADMINISTRADOR DEL BLOG
El Autor de este texto busca rebatir la postura planteada por José Raúl González Merlo en su reciente artículo titulado "Hambruna y Pobreza". Por la extensión y desarrollo de los argumentos planteados, los administradores del blog consideramos pertinente presentar el texto íntegro como artículo en lugar de remitirlo a la sección de comentarios.
Aunque no necesariamente compartimos la opinión planteada por Alvaro, consideramos oportuno promover una discusión abierta sobre temas tan importantes como los que aquí se plantean y agradecemos a Alvaro por su contribución intelectual.
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Notas a propósito de una visión simplista de la economía en el tema del hambre en el país.

PREAMBULO
Tal como dijera el mismo Presidente Álvaro Colom, cada año es lo mismo con el tema de la desnutrición severa, “hasta los titulares son los mismos”, e independientemente de qué es lo que el Presidente pretendía con semejante declaración, es claro desde mi punto de mira, que los momentos de crisis de cualquier tema son los más propicios para hacer valer soluciones, propuestas y teorías, para explicarlas y superarlas, de modo que no es ocioso seguir discutiendo esto sobre todo si son millones y no algunos pocos los que en nuestro país sufren de algún grado de desnutrición crónica, o que las tasas de mortalidad infantil son altas y los que sobreviven tienen que trabajar desde temprano por salarios de hambre, todo lo cual hace ver a la sociedad guatemalteca como Saturno que devora a sus hijos al nacer, pese a lo cual son tantos los que nacen que pululan en las calles negándose a desaparecer de nuestra vista, porque como toda realidad, esta se reproduce sola y sólo los ciegos no la ven.
Algunas interpretaciones de las crisis se limitarán a repetir lo que siempre han dicho, otros se esforzarán en hallar nuevas respuestas, ante pertinaz realidad. En este sempiterno caso de las hambrunas en oriente u occidente del territorio nacional, las interpretaciones comunes podrían dividirse en tres: la izquierdista radical que dirá el problema es estructural e histórico, y por tanto su solución es anticapitalista, si bien el reconocimiento de un fenómeno social como estructural e histórico no da como resultado una recete anticapitalista, pero es frecuente ver notas diciendo “en cambio en Cuba no se ven estas cosas de hambre en la niñez”. Otra visión es la que sindico de “libertarista radical” que dirá algo así: “aquí no hay suficiente libre mercado y que los derechos de propiedad no están suficientemente “protegidos” o “liberados”; como para generar riqueza”. También se escuchará a ecologistas fatalistas quienes echando la culpa a la globalización y/o al calentamiento global, invocan una “soberanía alimentaria” sobre la base de desechar acuerdos de libre comercio o promover la reforma agraria. Y así por el estilo. Los hechos son que la desnutrición ha venido creciendo desde 1995 al igual que la pobreza, medida en ingresos, mientras que el Producto Interno Bruto sigue oscilando entre un 4 y 2% desde hace ya 20 años.
Lo que el suscrito rechaza son las visiones ideologistas o simplistas que insistiendo en enfoques estrechos de la realidad, tienden de forma genérica a culpar al “sistema capitalista” -que tal vez tengan razón-; o de culpar a los “gobiernos” en general -que tal vez tengan razón-; pero que tomadas aisladamente no pueden ser la explicación total del fenómeno, como tampoco tomadas separadamente pueden resolver ni la emergencia ni la permanencia el problema.
Toda visión ideologista cumple dos funciones: una simplificar excesivamente la realidad para fines de discurso proselitista y otra como justificadora de cierta porción de la realidad, finalmente distorsionándola, en este caso para decir que el problema no es culpa de nadie sino de todos; o de unos pocos, pero no de nosotros. Y ya de perdidas, quizá culpa de Dios o el diablo.
Como en todas las verdaderas soluciones, estas tienen que ser integrales, imperfectas, múltiples y necesariamente consistentes para que garanticen resultados. A los académicos nos toca seguir haciendo ciencia, en este caso desde la ciencia económica y política promover teorías generales a partir de demostraciones reconocibles que ayuden a superar los errores del pasado, o las visiones supersticiosas y permitan fomentar un mejor futuro para todos.
Con esta larga introducción (tratándose de un artículo) aprovecho para poner en contexto una breve polémica que tuve (y seguro seguiré teniendo) con Mario Cuevas Méndez, actual Presidente el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), a partir de artículo de José Raúl González Merlo, publicado en el diario Prensa Libre (1/9/2009) reproducido en el diario el Blog del sitio web del CIEN y comentado de mi parte en el muro de facebook. El siguiente fue mi comentario:
“habrase visto tamaño cinismo de este discurso (no importa quien lo dicta ahora -el Lic. Merlo, en este caso-) es el mismo que sedimenta al libertarismo local, extremista en la justificación ideológica de la injusticia, y la evasión de responsabilidades por parte del sector privado (…) con la sociedad y en la debacle financiera del Estado y, tampoco disculpo a los gobiernos anteriores, los que al final han respondido al sector que los vilipendia...” fin de la cita. Por su parte Mario respondió
“Alvaro--No veo por ninguna parte en el artículo de José Raúl (1) la defensa de la injusticia; (2) la defensa de la evasión de responsabilidades del sector privado; (3) el rol del sector privado en la debacle financiera del Estado. No encuentro esos temas por ninguna parte. ¿Nó será que estás atacando lo que CREES que el artículo dicen sin realmente LEER su contenido?” fin de la cita.
Un par de intercambios más en el mismo blog, me hizo proponerle compartir mi visión sobre el artículo o de ese pensamiento, que para efectos es lo mismo. Nótese que dije “mi visión”, porque al final de cuentas, mi interpretación del contenido de dicho artículo está también motivada por una determinada concepción de la sociedad, si bien tengo pretensiones de que hay que tener un razonamiento lógico y una cadena de investigaciones previas para hacer determinadas conclusiones. Y como no siempre está la información disponible, o actualizada o contrastada, resulta que la mayoría de nuestras conclusiones, son verdades preliminares o aproximativas. Tal es mi punto de partida.
DE MERLO Y SUS POSTULADOS.
Comienza José Raúl con una afirmación; que el problema “ha vuelto a despertar las críticas y comentarios respecto de algo que no debería de ocurrir en un país supuestamente rico como Guatemala”. Es obvio que Guatemala no es un país rico –en términos de crecimiento económico, buen nivel de vida para la mayoría y competencia productiva y tecnológica en general- , de modo que primero habría que identificar quién anda diciendo semejante estafa. Otra cosa sería decir que es rico en recursos naturales, lo cual apenas si se ha visto en algunos productos mineros o energéticos, pero mientras no haya suficientes estudios no sabremos a cuánto asciende y cuánto podría ello ayudar a la sociedad guatemalteca a escalar al primer mundo. Lo que sí puede decirse, pero más como una declaración aspiracional es que los recursos naturales o el mismo entorno natural son suficientes para ser económicamente explotables directa o indirectamente –como turismo ecológico, p.ej- para generar riqueza social, y que lo deseable es que dicha riqueza se quede en más del 50 por ciento en Guatemala. Otra afirmación, que se puede hacer es que desde un punto de vista monetario o financiero, sí hay suficiente riqueza, tanta que una adecuada política distributiva o de repatriación de capitales para invertirlos aquí –o ambas- se podría sacar a las mayorías de la condición de su pobreza.
En fin que Merlo prosigue diciendo: es un error creer que la pobreza es y debería de ser la excepción en pleno siglo XXI. Al contrario. La pobreza es la condición natural del ser humano y lo verdaderamente excepcional es la riqueza. Yo sí discuto, que la pobreza (general y extrema) deba ser tomada como normal. Al contrario, que en pleno siglo XXI esta debería ser marginal, dada el alto nivel de desarrollo tecnológico que ha alcanzado la humanidad y la capacidad que se tiene de producir alimentos. Y sobre todo cuando la pobreza es mayoritaria, alcanzando en una sociedad como la nuestra niveles superiores al 50 por ciento, ninguna teoría económica o modelo político podría argumentar seriamente que eso es natural. Sería como decirle a alguien de 40 años, soltero, que si no se ha casado, ello es algo normal porque todos nacemos solteros, lo excepcional es casarse. Cosa aparte es la opción por la soltería, pero en este caso, la pobreza no es opción y por tanto no haberla superado o no quererla superar es un problema que tiene causas, concretas e históricas. Que más del 50 por ciento de guatemaltecos sea pobre y un 15 por ciento sea extremadamente sólo habla del fracaso de cualquier tipo de modelo económico que hayamos implementado, y de la excesiva concentración de la riqueza, no solo en este país sino a nivel mundial, que hace que la humanidad sea exitosa no en producir riqueza sino en producir pobreza a partir de la apropiación de unos pocos de la riqueza disponible para muchos. Es una cuestión de sistema económico y político.
Con dicho postulado, Merlo no sólo esquiva la realidad, sino pone una valla demasiado alta como para saltarla con medios humanos, racionales y económicos.
Más adelante prosigue: “es ingenuo pensar que el Gobierno solucionará el problema mediante una efectiva política de redistribución de la riqueza”. Bueno aquí yo mismo peco de ingenuo, porque sí creo en la posibilidad fáctica y obligación moral de que, no el gobierno sino el sistema de gobierno, transfiera la voluntad general del bien común, y hacer algo en función de ello, y ese algo que es que la poca o mucha riqueza que hay, se distribuya para mejorar las condiciones concretas de los pobres y los más pobres a través de una adecuada estructura fiscal y tributaria, y a través de salarios y empleos adecuados, así como a la generación de políticas –i.e. condiciones adecuadas- para asegurar que el crecimiento económico no se detenga y alcance a todos.
Hasta aquí, es probable que muchos abandonen la lectura de esta réplica, alegando que soy un colectivista, ignorante de las leyes económicas de la oferta y la demanda. Pero debo insistir en que el crecimiento económico sólo ocurre cuando hay una economía productiva que sabe atar la inversión de capital, el trabajo, las innovaciones y los derechos sociales con la tasa de ganancia, que al final también es social. Sencillamente no creo en el egoísmo como virtud, excepto para sobrevivir, no para vivir en sociedad, rechazo tal idea como anti evolutiva. La forma de superarse de los individuos, las familias y las naciones es por medio del trabajo, la producción y distribución en la medida que cada quien aprovecha la riqueza disponible. De lo contrario estaré condenado a una muerte prematura. Y si yo soy “los más” y no los menos, es obvio que el sistema de gobierno –que se dice democrático- responda “a los más” con respecto a la riqueza disponible. Eso no autoriza la expropiación arbitraria de la riqueza acumulada –de una minoría- sino su tasación para fines generales.
Sigamos: en el tercer párrafo Merlo da una aseveración que comparto plenamente: “hay pobreza en el llamado “corredor seco” porque no hay suficientes fuentes de empleo” solo matizaría diciendo que para que haya suficiente empleo en dicho territorio no es sólo cuestión de inversión en, que sé yo, fábricas o maquilas asentadas en dichos lugares, porque las inversiones privadas no se asientan en cualquier parte, y siendo que es una zona principalmente agrícola básica –de sobrevivencia-, sus habitantes, aquellos que pueden, preferirían emigrar a centros urbanos o al extranjero, por lo que tendría que ser el sistema de gobierno el que facilite inversiones crediticias y productivas de orden público en aquellas zona. La falta de mano de obra calificada, o por lo menos sana para ser empleada, es otro déficit de la zona en cuestión como para simplemente aseverar que el problema principal allí es la falta de fuentes de empleo. Buena cosa sería que el sistema de gobierno emplee recursos públicos para asegurar primero “capital humano” (valor agregado de la mano de obra disponible), que no es de generación espontánea, para que también haya fuentes de empleo en territorios no atractivos desde el punto de vista empresarial.
Problema aparte es que gobiernos específicos sean notoriamente incompetentes para prever y atender casos de emergencia o de promover “polos de desarrollo” con el concurso de capitales privados y públicos.
Siempre en el tercer párrafo, Merlo sostiene que las mayorías del planeta son pobres porque así es la condición natural de la humanidad -cosa que rechazo- y que a las minorías que gozan de los beneficios de la civilización occidental se nos olvida cómo y por qué vivimos bien y hasta creemos que es nuestro derecho vivir así. (Entre paréntesis debo decir que no me incluyo entre los que se asumen viviendo bien de este sistema, sino apenas sobreviviendo, un poco mejor que algunos, pero evidentemente igual que la mayoría excluida). Por tanto, tratándose la aseveración de Merlo de una declaración ideológica –de identidad y apariencias- más que científica, merece una respuesta también ideológica: la suya es solamente una justificación ideologizada para los privilegios de una clase. La verdad es que las mayorías que vivimos mal, no sólo no debemos sentirnos agradecidos de que el sistema económico sea “naturalmente” segregador y estratificador, excluyendo de los beneficios económicos a las mayorías sino que, efectivamente hay que hacer algo para corregir y/o invertir esa realidad.
Posteriormente Merlo sostiene que el gran fallo del gobierno, o más bien “de todos los gobiernos anteriores” (no aclara hasta dónde arrastra la culpa gubernamental del problema, aunque si me atengo a las prolegómenos del Proyecto de Constitución de ProReforma del que el artículo de marras, parece ser deudor), este habría empezado desde hace 185 años tras la declaración de independencia de nuestro país. Así el tema no sería analizar este o cual gobierno, ni esta o cual política, sino todo sistema, mismo que Merlo describe como aquel que cumple “su básica función de garantizar la vida, la libertad, la propiedad y la seguridad jurídica de sus ciudadanos”. Menuda cosa. Porque es tanto como afirmar que hemos vivido bajo la ley de la selva, que nunca ha habido Estado, sino alguna suerte de dictadura de gobierno anti empresarial, más ocupado en volver pobres a los pobres e impedir que los ricos sean más ricos. Casi un gobierno alienígena.
Ciertamente el Estado de Guatemala ha fallado –y con el muchos gobiernos de signos proclives al libre mercado- en garantizar la vida –sino véase los saldos del terrorismo de Estado cometidos durante el pasado conflicto armado interno y que no ha logrado resolver el tema de los detenidos-desaparecidos que es algo así como una muerte perenne-; o bien el caso de los fallecidos por causas prevenibles en materia de salud etcétera. Pero, al menos de mi parte en mis 41 años de vida, sólo he visto un Estado –y con el, la cadena de gobiernos que lo han administrado- actuando a favor de la propiedad y la seguridad jurídica. Herejía, gritarán algunos, tú lo que has visto es mercantilismo no economía de mercado, me dirán. Pero para los efectos, es lo mismo. Las diferencias entre ellas son teóricas, y las consecuencias sólo están el terreno de la especulación predictiva.
La constatación práctica de mi aseveración está en la historia y en el análisis jurídico del Estado de Derecho que vivimos que permite afirmar: La riqueza de este país se ha producido en base a la apropiación privada de los medios de producción y al uso continuado del Estado por parte de una clase privilegiada, que ha logrado asegurar un “círculo de negocios” entre la administración publica y la privada. Pese a lo cual ha habido también un permanente y comprobado boicot fiscal para que el sistema de gobierno cumpla al menos con lo mínimo que establece la Constitución de la República en materia de derechos materiales de la población.
Mientras tanto, la última aseveración de Merlo de que “Cada habitante chapín produce dos mil dólares de riqueza por año. Un estadounidense produce en promedio veinte veces más…” no sólo es falsa sino ridícula, porque el PIB per cápita sólo es una cifra prorroteada hipotéticamente del total generado en la riqueza disponible en un año (de todos modos nuestro PIB per cápita reconocido es de us$5,400) con lo que si tal cosa fuera cierta, 13 millones de habitantes estarían produciendo alrededor de 43 mil quetzales anuales disponibles para gastar (el salario mínimo es de alrededor de 200 dólares y el PEA es de 40%). Por lo demás, comparar nuestro PIB per cápita con el estadounidense es mala leche, porque es como comparar los ingresos de un granjero con un magnate industrial, aunque la intención sea que algún día nos lleguemos a parecer.
En fin, dejo hasta aquí esta interesante discusión que espero, contribuya al menos a esclarecer por qué emití la opinión que hice, en el blog aludido arriba. Si se dan cuenta me he detenido, como debe hacerse, en los argumentos, no en la persona.
Guatemala 4 de septiembre 2009

Enviado por Mario Cuevas A 06:29 p.m. • Comentarios (0)

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