jueves, 6 de agosto de 2009

LA CONSTITUCIÓN DE AYAU

El Dr. M. Ayau en a escrito a favor del tema de la edad en el órgano denominado Senado dentro de la Constitución propuesta por ProReforma, diciendo: En la Constitución de Guatemala para ser presidente se exigen 40 años de edad (Art. 185); para magistrados, 40 años (Art. 185); para magistrado de la Corte Suprema de Justicia, 40 años (Art 216); para Corte de Apelaciones, 40 años (Art. 217); para diputados, 18 años (Art. 162); para ministros de Estado, 30 años (Art. 196). Pro Reforma propone mayores requisitos de edad, atendiendo a que la experiencia provee buen juicio: ‘Sabe el diablo más por viejo que por diablo´”.
Contraargumento diciendo que el tema no es la edad ni la sabiduría sino los derechos de ciudadanía que en toda democracia se reconocen a partir de cierta “mayoría de edad” y que el principio de la representatividad se mide porque cada persona vale un voto. De modo que los cargos de elección popular (diputados, alcaldes, concejales), excepto el de Presidente de la República por ser la más alta magistratura del Estado, no tienen requisitos previos sino la capacidad de ejercer libremente los derechos. En cambio funcionarios menores como Ministros son “nombrados” por alguna clase de mérito o requisito sin que con ello signifique que se le violen derechos democráticos. No ocurre lo mismo con los magistrados del Organismo Judicial, quienes se eligen indirectamente por los órganos democráticos, debido a su naturaleza jurídica, no política.
El controvertido órgano del Senado que aparece en la Constitución de Pro Reforma tendría una función más bien jurídica antes que política, de modo que pudo proponerse –si tanto es el temor de la minoría plutocrática-, que se contemple en la Constitución actual un órgano dedicado solamente al tema del derecho privado, integrado de una manera más diversa; pero en ese caso –tal como de todos modos pasa con su propuesta- un grupo minoritario de la sociedad estaría solicitando leyes exclusivas, para situarse por encima de las ya existentes, cosa que no puede hacerse, so pena de interpretarse que se reconoce la soberanía de la minoría. Tal imposibilidad en nuestro ordenamiento jurídico actual es lo único que explica por qué se hacía necesario para Pro Reforma proponer OTRA Constitución diferente a la actual. Por cierto que en el en la Constitución de Pro Reforma, no sólo se eleva los derechos individuales por encima de los derechos sociales y políticos, sino que reduce estos últimos a su mínima expresión, pues los órganos democráticos legislativos y ejecutivos no podrían legislar o tomar competencias sobre la vida, la propiedad y los contratos (sino el Senado). Este diseño vuelve innecesario, redundante o apodíctico el famoso artículo 157 de su propuesta en donde se prohíbe otorgar privilegios y prerrogativas a grupo alguno, si bien el mismo pudo redactarse así: “se prohíbe todo proteccionismo económico y demás derechos sociales”, pero eso hubiera sido algo así como “se prohíbe que el muerto sea asesinado dos veces”. Más que demostrativo dicho artículo parecería ser sólo una autoconcesión.
En cualquier caso, he recién he tenido el gusto de conocer al Dr. Ayau y espero que ello signifique un fructífero diálogo intelectual para algo que Juan Luis Font planteó esta semana: en qué convergemos algunos guatemaltecos opuestos para sacar adelante a Guatemala, con inclusión y en paz.

martes, 4 de agosto de 2009

EL SENTIDO DE LA OPOSICION

La oposición política juega una importante labor en las democracias. Sin ellas, la maquinaria que equilibran el poder no se haría efectiva; la parte del electorado que desea poner límites al poder no se haría efectiva; el valor de la diferencia –i.e. de las ideologías y las plataformas políticas- no serían efectivos; sin ella el full disclosure principle o la ética de la transparencia en todo y en todos, tampoco sería real. En resumen, sin una oposición activa la vida democrática no sería tal, la uniformidad sería entonces la norma y la disidencia un delito.
Pero hay muchas clases de oposición, he aquí algunas:
a) La anti sistema, extremistas de todo tipo, que desea tumbar el sistema imperante por otro de acuerdo a sus más caros intereses. Lo hace generalmente mediante el discurso confrontativo; la conspiración, la ilegalidad y el uso de la fuerza. Su vocación es la crisis. Al desacreditar a las instituciones no le conceden ningún valor al Estado de Derecho imperante.
b) La antigobiernista, estos actúan dentro del sistema pero su objetivo permanente es socavar al gobierno de turno, su discurso es el cortoplacismo y el populismo, entendido este como demagogia y abuso del pensamiento simplista. Pese a ello, su base social no está entre las mayorías sino entre exclusivos grupos de poder. Su afán son las próximas elecciones y su método el boicot, la trampa, la dilación. Su concepto del Estado de Derecho es a conveniencia, según les beneficie o les perjudique así alabarán las instituciones o las desacreditarán. Invocan la ley pero no para sí mismos.
c) La democrática, su discurso no es el antagonismo (enemigos) sino el (agonismo (adversarios); su método es la construcción de mayorías para que ellas avancen y defienda la democracia. Reconocen y promueven los derechos de las minorías en todos sus colores y manifestaciones. Es crítica con el gobierno pero también autocrítica. Su labor de análisis es permanente buscando soluciones de fondo y forma a los problemas. Su concepción del Estado de derecho es fuerte, es decir, exigible, que no se reduce a la seguridad y la justicia coactiva, aunque la incluye y sobre todo es abarcativa, de integración social.
d) La Anodina, corrupta ante todo, carece de principios y la transa es su estrategia. Ve el poder como plataforma personal o corporativa, nunca como servicio a la sociedad. Saltarse la ley es su hobbie.
Respecto los extremistas antisistema, las fuerzas democráticas han de aislarlos y condenarlos mediante el consenso en el parlamento; el reforzamiento del Estado de Derecho y el voto popular. La rebelión al sistema quedaría confinada como resistencia en casos de dictaduras y tiranías.
Respecto a los populistas –demagogos falseadores- queda la elaboración de políticas de largo plazo, de Estado, con transparencia, debidamente financiadas y regladas. Pero mientras no haya cultura cívica y política democrática, además de una amplia educación nacional seguirán existiendo, porque el miedo y la ignorancia son fáciles de manipular por parte de políticos irresponsables. El engaño al pueblo no dura toda la vida, tarde o temprano rectifica, pero mientras se confunde pagará las consecuencias
Con la oposición corrupta, sólo queda el peso de la ley y del castigo del voto popular, porque siempre habrá grupos que hagan de la zona gris su espacio para el enriquecimiento personal. El hecho es que la corrupción financiera y de valores es consubstancial a la naturaleza humana, los cuales se potencian con la opacidad de ciertas instituciones públicas y de la voracidad de prácticas mercantiles que ven el egoísmo como virtud.
Nuestro deber como ciudadanos es distinguir las cosas, entender la dinámica de los actores y hallar las causas detrás de las apariencias.

LA GUERRA Y LA PAZ

La paz y la democracia costaron mucha sangre, dolor y muchas vidas. Lo peor de todo sería que tras casi 14 años de haberse firmado la paz en Guatemala, los guatemaltecos no hubiéramos aprendido la lección y que con la reinstalación del discurso polarizante de la Guerra Fría en Centroamérica por parte de ciertos grupos del poder económico y sus publicistas, tras el golpe de Estado de Honduras, nos creamos el cuento que la Guerra Fría no ha terminado y, por tanto, que la lucha contra el comunismo sigue vigente. En tanto que la paz y la democracia son frágiles, se impone que como sociedad nos responsabilicemos por nuestra experiencia de reconciliación nacional expresada en el proceso de paz.
La Guerra Fría fue teóricamente la lucha entre un puñado de potencias mundiales que belicosamente hicieron enfrentar dos sistemas económicos: el comunista y la capitalista; el uno basado en la propiedad privada de los medios de producción y el otro suprimiéndola; pero a la postre, fue enfrentamiento entre dos sistemas políticos y dos estrategias de guerra, en donde un polo (el estadounidense) aguantó más que el otro, el soviético, poroso por doquier, debido a la burocratización de las libertades básicas.
La lucha por un sistema económico que alcance al 80% de la población mundial que hoy está marginado debe continuar por una ética de sobrevivencia, porque el ser humano no renuncia a la búsqueda de la plena felicidad social, pero esta lucha debe aprender de sus errores; privilegiando la cooperación por encima de la competencia; la libertad por encima de la coerción y el diálogo por encima de la violencia.
En términos globales, el periodo de la Guerra Fría y sus dos antecedentes inmediatos la Primera y Segunda Guerras Mundiales, fue de los más negros de la historia de la humanidad, debido a la muerte de la inteligencia y al mayor desprecio a la vida que se haya conocido jamás. Para Guatemala, la Guerra Fría también tuvo su correlato interno. Las causas de nuestra propia guerra tuvieron raíces profundas en nuestra historia; en la estratificación social de la sociedad y en el atraso de nuestras instituciones políticas y económicas; así como en la marginación de los Pueblos Indígenas.
Pero vino la paz en 1996 luego de varios años de diálogo y negociación entre fuerzas políticas en pugna: una anti estatal expresada en las organizaciones revolucionarias y la contraparte del Estado instituido y sus fuerzas de apoyo. Gozamos del apoyo de la comunidad, inclusive los Estados Unidos para alcanzarla.
No se debería caer, entonces, en la trampa de virulentos discursos radicalizados de extrema derecha que nos hacen creer que la paz guatemalteca es sólo un dato histórico, producto de unos ilegales Acuerdos, que nada tienen que ver con realidad cotidiana actual. Piensan que Guatemala es igual a Honduras, pero aquí hay una experiencia acumulada y las condiciones necesarias para que la violencia se encienda rápido. “¡Pero si violencia ya hay y abundante!”, me dicen algunos, “las guerra del narcotráfico y del crimen organizado ya arroja más saldos negativos que las estadísticas del periodo del conflicto armado”, dicen otros. Pero, cuidado, no se debe comparar peras con manzanas; porque aparte es la debilidad del Estado en materia de seguridad pública y aparte es que el Estado y la sociedad se vean envueltos de nuevo en pugnas de clase y étnicas con ideologías de por medio.
Nadie ama más la paz que el que ha conocido la guerra. Y una vez que empieza la guerra ya no importa quien la inició.
alvarovelasquez@intelnett.com